viernes, 22 de noviembre de 2013

Aquel día deje de correr por Madrid

Un día entonces decidí correr por Madrid, porque no aguantaba tu presencia y la única salida era escapar. Mentí, como otras tantas veces y salí de casa después de haberme bañado en el perfume que odiabas. Me escabullí en los escaparates de la Plaza Mayor, intentando hacer tiempo para que no me encontraras y descubrieras que la única cita que tenia era con el libro que llevaba en la mochila. No aguantaba mas tu presencia en casa y lo tuve que hacer. Después de un rato escondida entre telares y bolsos de colores, salí segura de que ya debías haber acabado el almuerzo, pero una llamada me alerto y tuve que seguir corriendo. Tu vicio de salir a comprar puchos y la ira que tenias fue mas fuerte que el inentendible deseo de quedarte en casa todo el tiempo, aun cuando el cielo en Madrid es azul también en el invierno. Corrí tan rápido como pude, evitando las avenidas concurridas y llenas de transeúntes, esas que eran parte del camino de nuestra cotidianidad. Mi recorrido se lleno de callejones sin salida y pequeñas callecitas que finalmente me llevaron a encontrar aquel lugar en lo alto de la colina, desde el cual podía ver parte de Carabanchel, justo atrás del Río Manzanares. Ahí, solo ahí, me di cuenta que había ganado la guerra, aunque estaba segura de que aun quedaban batallas por pelear, ahora era yo la dueña de la situación. El sol brillo en lo alto, como queriendo anunciar la pronta llegada del equinoccio, justo ahí, bajo esa banca y ese jardín donde un tiempo después yo seria una mujer libre y feliz. Deje de correr, disminuí el paso y camine sin mas, en busca de un café y de una silla para tener una cita con un tal "Juan" que no existía, ni siquiera en mi libro. Aquel día deje de correr por Madrid, y encontré el final donde, todo empieza.

No hay comentarios: