martes, 4 de junio de 2013

Montaña Rusa

Vuelvo a escribirte, por el simple hecho de que no soy capaz de llamarte desde la pequeña discusión que tuvimos. Tu terquedad me pone los pelos de punta y ver tus sueños en el filo del abismo me angustia. Es como que dejo de reconocerte, te pierdo por completo.

Ahora te veo feliz y te confieso que me alegra, mereces encontrarte a ti mismo y sentirte bien, aunque sea de alguna forma tan lejos de mí. Yo también lo he estado últimamente, feliz claro, aunque me siento como en la cuerda floja a ratos. Paso de Ohio a Midwest y de Midwest a Phoenix en cuestión de horas. No creas que no me preocupa esta situación, me preocupa y demasiado; sobre todo porque no soy así, o no lo era, y aunque intento desenrollar esa madeja para sentirme bien y estar tranquila, vuelve y me atrapa. Es un rollo todo esto!

Sigo echándole la culpa a Madrid, como por justificarme de alguna manera y poder entender la nostalgia con la que me levanto ciertos días como hoy. Era obvio que después de que los lazos se habían fortalecido tanto, iba a pasar esto en algún momento. A ratos ese sentimiento crece, tal vez cuando pienso en las relaciones como conjuntos matemáticos, de esos que aprendimos en el cole. Y me doy cuenta que la línea que divide el pertenece del no pertenece es súper finita, pero duele un montón cruzarla y ni te digo lo que cuesta hacerlo. Y vuelvo a la idea de que Madrid es esa ciudad genérica y esto de los conjuntos es algo que evidentemente pasa aquí todo el tiempo.

La primavera ha llegado finalmente y faltan menos de 20 días para la llegada de Littha y el verano. Eso, sabes, me tranquiliza y me motiva un poco, junto al hecho de que las calles están llenas de mariposas, son grandes cambios los que vienen y la naturaleza anuncia cosas buenas con estas señales. Espero que mi estado mejore un poco con el equilibrio de la pachamama…Si no… ¡mejor ni pienso!

El motor, la motivación y las ganas son tres palabras que busco todo el tiempo ahora y se vuelven tan difíciles de encontrar y de comprender en estos días, que me gana el desaliento y las ganas de dejarlo todo y salir al parque a tomar el sol…¿alguna vez me viste así?. Casi, casi, que me cuesta reconocerme; a veces pienso que es pura exageración producida por el cansancio y ese sentimiento contradictorio de irme – quedarme.

No sé ni para que te escribo, si estarás tan digno con todo lo que ha pasado y acomodándote a los cambios de tu vida nueva (esa en la que claramente yo no entro).

Mamá dice que sentir nostalgia es sinónimo de crecer y claramente tiene razón  cuando somos chicos no tenemos que tolerar este sentimiento agridulce. Pero no se, a ratos no es tan fácil asimilarlo ¿no?, mucho menos cuando es tan difícil encontrarse con uno mismo como en estos días que parecen de visita a un parque de diversiones. Yo no me bajo de la montaña rusa.

Me está costando tanto ver las cosas “pensando en que pasan por algo” que me limito a creer en que es parte de una especie de teatro a mi alrededor, donde yo soy parte del público y ansió que el telón se cierre para descubrir si la historia tenía alguna moraleja. A ver que me deja Madrid al final, eso solo lo sabré a la vuelta y con el cierre. Ya sabes que todo esto es como un filtro y hay que decantar las ideas, cosa que evidentemente en este sube y baja de emociones es imposible lograr!

No te quito más tiempo con ella, si es que acaso alguna tarde primaveral te sentaras a leer esto. Sé que no eres capaz de dejarla, por ese no se qué que no comprendemos, el mismo que no me permite dejar de pensarte, de pensarlo, de pensarlos; y por otro lado, el mismo que no me deja dejarle a él y que en este momento me corta las palabras porque se merece su tiempo y su espacio. Sueño con el momento en el que pueda salirme de este juego, antes de que la partida se acabe. Pero ves, justo ahora frente a mí se cruza otra sincronía, ¿y que se supone que debo hacer ante eso?.

Adiós, chau!

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