sábado, 14 de abril de 2018

Llega el invierno y esa necesidad casi mortal de abrazarnos, de acurrucarnos, de arremolinarnos, de arruncharnos. Se va el calor y con el se van los movimientos libres, los amores con alas, las noches a sabana limpia, la tela que parece vapores. Llega el frió y con él esa astucia para relacionarnos de otra manera, la época de las pantuflas, la peli en la cama, la cena en casa. Se va el verano y desaparecen las terrazas, los bailes de acera, la piel sudando al borde de la pileta. Llega el invierno con el vino en la mano y parece que el universo conjura para encontrarnos, para entrelazarnos, para descubrirnos en la puerta de casa, dejando pasar al amor de verano.

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