miércoles, 14 de mayo de 2014

Nunca olvidare que aquella tarde prescindiste de ir a la graduación por pasar algo de tiempo conmigo. Tendidos boca arriba en el parque, mirando los retazos de cielo entre las hojas de los arboles, disfrutábamos de la maravillosa vida que teníamos, sin tiempo y sin calendario. Como me gustaría que aquí la gente supiera definir mejor sus prioridades, sacrificar un poco de esto y aquello que es tan superficial y aprender a valorar un poco mas el tiempo al lado del otro. Esas tardes en que una pequeña caminata, una banca de un parque o un atardecer sobre un puente nos llenan de verdadera vida, de realidad y de libertad. Es evidente que aca la rutina nos consume, las eternas jornadas laborales nos quitan las sonrisas al final del día, estamos tan cansados que no somos capaces de disfrutar el poco tiempo que podemos tener al lado del otro, de los otros. Y así se consumen los días, carentes de sacrificios, porque no vale la pena esforzarse por modificar un poco la rutina y organizar los pocos momentos libres que tenemos para priorizar estar con los demás, conversar, mirarse, pasear. Algunas veces quisiera salir al parque, compartir con alguien retazos de cielo entre los arboles y de repente miro el calendario, el reloj y recuerdo lo ocupada que me encuentro, y recuerdo que también yo debo prescindir de los momentos de vida real, de eso misterioso que llamamos libertad.

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